El Rey está desnudo
Si hay algo que el paso del tiempo puede dejarnos claro en múltiples ocasiones, es que muchas veces la realidad puede superar a la ficción. Las moralejas están hechas para ser escuchadas, para dejarnos una enseñanza. La pregunta es: ¿los receptores entienden el mensaje o simplemente deciden pasarlo por alto y ser golpeados por la realidad cuando ya es tarde?
POLÍTICA
Salem Goldschmidt
5/23/20244 min read


Corría el año 1837 y el famoso poeta y cuentista danés Hans Christian Andersen (conocido por obras clásicas como El patito feo y La sirenita) publicaba el conocido cuento “El traje nuevo del emperador”, también conocido como “El Rey está desnudo”. Vale aclarar que Andersen se inspiró en múltiples antecedentes y relatos de antigua tradición oral para poder dar vida a esta obra. En fin, moldeó y publicó bajo su autoría un relato que por varias décadas se transmitió de generación en generación, algo bastante común en los escritores de su época.
¿En qué consistía dicho relato? Según este antiguo cuento, en un pasado muy lejano había un rey muy vanidoso y aclamado. Frente a él se presentaron dos embusteros quienes, haciéndose pasar por finos sastres, dijeron que tenían una tela preciosa y delicada, tan fina que hacía ver a la seda más delicada como si fueran harapos. Pero dicha tela solo podía ser vista por inteligentes; para los brutos e ignorantes, era invisible. Ante esto, el rey rápidamente contrató a estos supuestos sastres para que hicieran un traje digno de su condición. Como se imaginarán, los estafadores cobraron mucho dinero y fingieron trabajar, cortando y cosiendo telas que solo existían en su retorcido engaño, pero nadie decía nada por miedo a ser tildado de ignorante por el resto.
Llegó el día en que el fino traje sería mostrado ante todo el reino. Se armó un gran desfile con el rey como figura central; todos esperaban ver tan famosa vestimenta. El rey caminaba frente a la multitud, exponiendo toda su figura, toda su grandeza, vanagloriándose a si mismo frente a quienes lo admiraban (o más bien no se animaban a decir lo obvio). Pero esto es una fábula, y no es una fábula sin una moraleja. Un niño, un inocente niño, que prefirió la verdad sincera y expuesta a la crítica antes que la mentira cobarde y negadora, exclamó para toda la multitud: “¡El rey está desnudo!”.
Muchas veces en la historia solemos usar la frase de que “la historia no se repite, pero sí rima”; permítanme los puristas de las referencias darle un giro a este dicho y llamarlo “los cuentos no son la realidad, pero muchas veces se parecen”. Creo que esta nueva frase se aplica bastante bien a la realidad que vivimos los argentinos. Hoy en día se estima que el 55% de la población es pobre y un 18% está por debajo de la indigencia (Fuente ODSA-UCA). Prácticamente todas las actividades económicas se encuentran contraídas, el consumo se reduce a niveles de subsistencia y, lo que es peor, es difícil observar una salida a corto plazo de esta recesión económica que golpea más fuerte a los que menos tienen.
Mientras tanto, quien ostenta el máximo cargo ejecutivo de nuestra nación decide montar su propio desfile. Prefiere dar la espalda a toda una realidad dura y compleja para los argentinos y se embarca en su propio show con todos los reflectores dignos de la ocasión. ¿Cuáles son los pasos de este desfile ostentoso y carente de sentido? Algunos de los tantos que pueden mencionarse son: realizar un viaje a España y participar en un acto partidario de uno de los sectores más rancios de la ultraderecha europea, un partido que reivindica el franquismo y niega la existencia de la violencia machista (entre otras cosas). No solo el hecho de olvidarse de su investidura al participar de algo que nada tiene que ver con las funciones de un jefe de estado, sino que también lanza un ataque rastrero y carente de sentido contra la primera dama de dicho país. Las consecuencias son fatales (no para él, aparentemente). España decide sacar a su embajador de nuestro país. No es necesario ser experto en geopolítica mundial para entender lo negativo que esto representa para la Argentina tanto a nivel político como económico. Es la propia Unión Europea (probablemente la alianza más grande a nivel mundial) quien condena el accionar del presidente argentino. A Milei parece no importarle, él continúa su desfile.
No contento con esto, nuestro primer mandatario redobla la apuesta y arma todo un escenario para lo que parece ser la parte central de su desfile: un acto en el Luna Park (como si de un boxeador o una estrella de rock se tratase). Arma un show para los propios, en donde nuevamente decide sacarse la banda presidencial y ubicarse como si fuera un líder mesiánico que viene a traer la verdad absoluta y combatir contra todo aquel que “no la vea”. Un show que constará de toda la parafernalia propia de la ocasión, donde podrá exponer todo lo que hasta ahora demostró saber hacer: gritar, atacar, armar show para la tribuna y tratar de ignorante, o como le gusta decir, “zurdo empobrecedor” a cualquiera que se anime a levantar una voz contraria al gran líder, al iluminado por las “fuerzas del cielo”, el poseedor absoluto de la verdad que nos traerá la salvación.
Ante esta reflexión sobre la realidad actual, quedan algunas preguntas por hacer: ¿Cuál es el destino que nos queda como nación? ¿Podremos afrontar los problemas que afectan día a día a los argentinos? ¿O nos veremos arrastrados a continuar este desfile, un desfile vacío y carente de sentido que no permite ver la realidad que tanto nos afecta? Solo queda esperar si finalmente surgirá la voz realista, la voz sincera que, sin temor a la represalia de los aplaudidores seriales, gritará en medio de la multitud la frase: “¡El rey está desnudo!”.
Soy profe de Historia y no, no se de memoria todas las efemérides. Me gusta mirar el pasado desde el lente del presente. También disfruto cuando ganan Boca y los Warriors. Lo más importante es la Paz del día a día. En mis pensamientos políticos creo en la democracia y las instituciones como la base de todo. Para los progres soy muy facho y para los fachos demasiado progre.

